No sé qué tuve con Celia desde el primer momento en que la ví, que cada vez que veía cualquier de sus publicaciones en RRSS pensaba: «Ojalá conocerla. Ojalá conocer de cerca su proyecto».

Tenemos en común a algunas personas maravillosas y por unas cosas o por otras siempre llegaba a ella. Y el invierno pasado, por fin, pude conocerla en el precioso espacio de TALLER SILVESTRE exponiendo su trabajo en el mercado de Navidad.

En aquel momento me limité a comprarle una de sus preciosas estructuras verticales. Algunos meses después y a través de un mensaje privado le dije: “Adoro tu trabajo y todo lo que proyectas, ¿podría fotografiarte trabajando?”. La respuesta fue casi instantánea. Un sí rotundo por su parte y una fecha en el calendario.

Un mes después estaba en el estudio/taller de MIGAYO.

Una hora caminando separan mi casa de la suya. Fuera hacía mucho frío, dentro, Celia me esperaba con un café calentito y una bandeja de mini cruasanes que (muy a mi pesar) conseguí capear.

El estudio de MIGAYO es bonito, donde la luz, una vez protagonista de mi vida y parece que también de la suya, va cambiando y volviéndose cada vez más especial a medida que avanza la mañana. Los muebles antiguos conviven con ramos de flores secas y piedras preciosas.

Y es que Celia es arquitecta igual que su madre y que su hermana. De ahí ese gusto tan delicado por la decoración. Pero ella y casi de casualidad, decidió decantarse por la rama de la joyería.

Joyas para acompañarte en el camino de la vida, como lo hace una fotografía

Aunque desde el principio MIGAYO nació como una marca para hacer joyería personalizada, probó diferentes formas de diseñar joyas, hasta darse cuenta que hacerlo de forma industrial y masiva no iba con ella.

Lo que sí va con ella y le hace afianzarse en la idea de diseñar joyas con alma, es trabajar en piezas que cuenten historias. 

Ella necesitaba crear recuerdos y hacer  que las personas que decidieran apostar por su trabajo era porque querían llevar sus joyas al terreno personal, más allá de cumplir la función decorativa de embellecer.

Celia trabaja el oro y las piedras preciosas, pero si hay algo que me cuenta y que me gusta especialmente es que se adapta totalmente a lo que el cliente quiere. 

Me confiesa que su estudio se convierte en una especie de “salita de psicólogo” donde quienes, van vuelcan sus historias, sus miedos, sus emociones y más de una intimidad.

Y en realidad es algo imprescindible si Celia tiene que conseguir dar con esa joya que acompañará a su clienta el resto de su vida.

Anillos que recuerdan un aniversario de boda, alianzas que se funden para recordar una historia que aunque no pudo ser un día fue y de ahí nacieron los hijos que sí son.

Celia es eso, es emociones. Y por eso durante nuestra conversación salió la emoción que generan los recuerdos. Y más concretamente los olores. 

Yo soy una fanática de los olores, Celia no lo es tanto, pero ambas coincidimos en que los olores nos hacen volver al lugar donde fuimos felices, a esa persona que ya no está, a nuestra niñez….

“Tu única obligación en esta vida es ser feliz”

Hablamos de la importancia de los recuerdos, de educar a los niños en la felicidad, que crezcan “salvajes” aunque sin olvidar la normas.

Hablamos de una fantasía común, la de vivir en el campo y viajar en furgo para sentirnos un poco más libres (esta segunda opción no la tiene tan clara, tendré que convencerla un poco más :)).

Celia y yo compartimos miedos (uno enorme al coche que espero ella supere pronto, a mí aun me queda…).  Y hablamos de nuestros recuerdos de verano, de nuestros miedos comunes y de nuestros proyectos. De esa fuerza que nos impulsó a emprender y nos empuja ser quienes somos.

Parte culpable de ello son nuestros padres, que nos inculcaron valores tan importantes como cuando el padre de Celia le repetía con cierta frecuencia: “Tu única obligación en esta vida es ser feliz”.

Quizá justamente por esa capacidad  de estudio que siempre tubo, no hubo que empujarla demasiado a hacer sus tareas, pero recuerda con especial pasión y amor, esta frase de su padre que hoy en día aplica a sus hijos.

Charlar con Celia ha sido un absoluto placer. 

Poder pasar tiempo con emprendedores con los que comparto valores y forma de ver la vida se está convirtiendo en una de mis pasiones. 

Si no conoces su trabajo te animo a que te pases a verlo y si estás pensando en una joya especial puede que te venga bien pasar a verla.

Seguramente te recibirá con café y con una sonrisa enorme.

Gracias por haber llegado hasta aquí.

Y como dice el padre de Celia…

¡A ser felices!

Si te has quedado con ganas de ver alguna foto más de la sesión puedes verlas aquí.